A lo largo del planeta existen diferentes enclaves que atesoran variados misterios, leyendas e historia negra que los convierten literalmente en malditos. En este caso, la Isla de las Flores es uno de ellos, donde se mezclan historia y misterios y que no deja indiferente a ningún avezado turista que se atreve a adentrarse en sus territorios. Acompáñenos en este enigmático recorrido por una de las islas malditas del mundo

Nota aclaratoria: Debemos agradecer a nuestra lectora Virginia Verri, desde Uruguay, por la amabilidad que tuvo en contarnos la existencia de este lugar.

Pocas personas, salvo los nacionales, han leído o conocen lugares misteriosos de Uruguay, y los pocos foráneos que indagan encuentran, casi siempre a la cabeza, la Isla de las Flores. No nos arriesgaríamos a compararla, sin ir más lejos, con la famosa isla veneciana de Poveglia, famosa por sus decenas de miles de muertes entre sus siniestros muros que sirvieron, entre otros fines, para contener la peste en Europa en la edad media.

Histórico faro, aun en funcionamiento, situado en la isla (Foto: Elpais.com.uy)

Actualmente en la Isla de las Flores viven dos personas: El farero y su ayudante, que parecen ajenos a las truculentas historias que de ella se cuentan y las diferentes leyendas que rondan este enclave. Luces que aparecen y desaparecen en la nada, presencias fantasmagóricas, gritos, voces que provienen del crematorio, y un sinfín de sucesos paranormales que no son pocos los turistas que han podido sentirlo en sus carnes.

Un poco de historia

A 18 km. del Puerto del Buceo, en Montevideo, se encuentra nuestro enclave. La isla tiene un precioso faro construido por los portugueses e inaugurado en el año 1828 que sería de vital importancia para la navegación en las peligrosas aguas del Río de la Plata, siendo este la única construcción que actualmente se conserva intacta en la actualidad. Recordemos que, la Isla de las Flores, y su estratégico faro, se encuentran a pocas millas náuticas del llamado “Banco Inglés”, una zona que atesora en su macabro historial más de 160 naufragios.

La Isla de las flores está compuesta por tres islotes de diferente altura. El mayor alberga el faro y las principales construcciones, como pueden ser el “hotel” o el hospital.

Durante un siglo el enclave fue utilizado como lugar de cuarentena para los pasajeros de los barcos de inmigrantes que llegaban a la capital uruguaya que, aquejados en la mayoría de las ocasiones por enfermedades tan comunes en la época como la viruela, la fiebre amarilla o el cólera, eran allí confinados en un “hotel de inmigrantes”.

El mal llamado hotel y el hospital, inaugurados en el año 1869, solo se distinguían dependiendo del poder económico del paciente, creando así diferentes estatus dentro de la isla.

Los que más conocen el lugar, los descendientes de los que allí estuvieron, relatan que durante la estancia en la isla los hombres eran separados de las mujeres así como sus ropas y maletas eran quemadas en las amplias calderas que aún se conservan entre las ruinas.

En medio de la isla se encuentra el lugar donde eran confinados los desgraciados a los que se les detectaba alguna de las enfermedades catalogadas como epidemias y que condenaban al susodicho a una larga estancia en la isla o, lo que es peor, no salir nunca de ella. Además, también se sitúa la capilla y el cementerio donde aquellos que tenían la mala fortuna de fallecer eran enterrados. También, un poco más allá, se puede divisar la casa del médico y la sala de autopsias, así como la instalación más aterradora de todas, el crematorio.

Como anécdota a contar, diremos que no todos los inmigrantes que pasaron por allí eran anónimos, como cabría pensar, si no que por allí pasaron personalidades tales como Andrés Martínez Trueba, que posteriormente sería presidente de Uruguay. Cuentan las leyendas que el famoso genio del tango, Gardel, se alojó allí y cantó en el hotel.

La Isla de las Flores, aparte de confinar enfermos también sirvió de prisión durante la guerra civil uruguaya del año 1904, y sirviendo asimismo de confinamiento para presos políticos durante la dictadura de Gabriel Terra, allá por los años 30. Los presos describían así su calvario: “Los confinados en este peñasco inhóspito queremos documentar, por la expresión estricta de la verdad, el estado humillante de privaciones y vejámenes a que se nos somete (…) Alojados en vastas y desoladas cuadras, en donde permanecemos rigurosamente enclaustrados, bajo la amenaza de los fusiles, sin el recreo que se tolera a los propios encausados por delitos atroces, echados sobre colchones de paja provenientes del lazareto, asquerosamente manchados, sin camas, frazadas ni sábanas, dejamos fluir lentísimamente las horas interminables, mezclados los sanos con los enfermos”.

Finalmente, a finales de los años 30, con el avance de la medicina, las autoridades uruguayas decidieron cerrar la isla y dejarla a su suerte con la salvación del faro que, a día de hoy, sigue operativo prestando sus funciones de guía.

Fenómenos paranormales entre sus muros

No tardaron en aflorar las diferentes leyendas en torno a este enclave, que van desde luminarias hasta gritos que provienen del crematorio, donde dicen testigos de la época que se llegó a quemar viva a mucha gente moribunda.

Los principales testigos son, precisamente, los turistas. Muchos afirmas haber presenciado apariciones, escuchado lamentos, e incluso no pocos han resistido la tentación, según dicen, de desenfundar su grabadora en busca de una posible inclusión psicofónica.

La Isla de las Flores es otro ejemplo más de lugar legendario marcado por la tragedia tal y como puede ser, en España, el pueblo abandonado de Belchite Viejo.

Quizá por ello vuelva a confirmarse la dualidad más que confirmada de sufrimiento-fenomenología, que, sin duda, merece ser estudiada por los investigadores -reales- de lo paranormal.